Nos conocimos en un atardecer en un pueblo mágico en el corazón de México, San Miguel de Allende, donde ambos vivíamos en ese momento. Isak organizó una cena en su casa y un amigo en común me invitó sin decirle, creo que con la intención de que pudiéramos ser buenos amigos. Después de una cena inspirada en su cultura albanesa y mil pláticas, ese atardecer se convirtió en el comienzo de una gran amistad y amor.
Nuestra primera cita oficial fue en la Ciudad de México. Tenía la ilusión de enseñarle uno de mis museos favoritos, así que fuimos al Museo Anahuacalli, el museo de Diego Rivera. Se nos fueron las horas admirando el espacio y platicando hasta que anocheció. En ese momento, creo que ambos sabíamos que teníamos una conexión muy especial y que podíamos hablar sobre todo y admirar la belleza de la vida juntos.
En marzo de 2023 estuvimos de visita en Nueva York, visitando a la familia y amigos de Isak. Él tenía todo planeado, y yo, la verdad, no tenía idea. El 21 de marzo, el primer día de primavera, estuvimos caminando por toda la ciudad porque había sido el primer día soleado durante las dos semanas que llevábamos ahí, ¿qué coincidencia, no? Para él, yo sabía que el 21 era un día especial porque siempre me contaba historias sobre el equinoccio y de cómo la primavera es cuando lo que trabajamos durante el año florece y se establecen nuevas intenciones y metas para el año. Así, terminamos disfrutando del día sentados en Central Park, y fue ahí donde me propuso hacer esta unión eterna con un hermoso anillo en forma de gota de agua, mi elemento favorito.
Cuando recién me mudé a Barcelona, alrededor de 2013-2014, encontré a Otaduy en mi primer día camino a la universidad. Cada día después de ese, pasaba por ahí y siempre pensaba que si algún día me llegaba a casar, sería un sueño tener un vestido de Otaduy. Mi tita (abuela) diseñaba vestidos de novia en México, y siempre me imaginé que el estilo de mi tita era muy parecido a Otaduy: una mujer soñadora, viajera, libre pero romántica.
El día de nuestra boda fue muy mágico y místico. Bajo la luz de una luna llena en medio de la selva en Yucatán, nos casamos en una hacienda rodeada de majestuosos árboles ceiba, los árboles sagrados de los mayas.
Queríamos que el espacio se sintiera como si nuestra familia y amigos vinieran a nuestra casa, así que optamos por una decoración muy orgánica, inspirada en elementos naturales de la zona, como flores tropicales y la fibra de henequén, el material más importante de la región, que todas las haciendas solían fabricar. Además, disfrutamos de la deliciosa cocina yucateca.
La celebración comenzó con una ceremonia espiritual centrada en los cuatro elementos: agua, tierra, aire y fuego, guiada por una sabia maestra "Luna" y acompañada por nuestra familia. Los sonidos de la naturaleza en la selva creaban un ambiente místico mientras nos uníamos en una conexión profunda y significativa. La ceremonia se sintió como un sueño.
Después, la noche continuó con una velada iluminada por la luna llena. Nuestra banda favorita, "Sonido Gallo Negro," comenzó a tocar después de nuestro primer baile y no paramos de bailar hasta el amanecer, acompañados por la música de DJ Boho y Los Soul Brothers. Rodeados de las personas que más amamos, compartimos risas, abrazos y la alegría de estar unidos en un lugar tan especial.
Cada momento estuvo lleno de amor y magia. Fue una noche donde la naturaleza, la música y el amor se entrelazaron, creando recuerdos que atesoraremos para siempre.
Amor incondicional define el sentimiento que sentí el día de nuestra boda, no solo por esta unión tan sagrada, sino también por el amor que se sintió de toda nuestra familia y amigos. Fue un día lleno de magia y conexión profunda, donde cada momento estuvo impregnado de cariño y alegría. La energía de amor que nos rodeó hizo de este día uno de los más especiales e inolvidables de nuestras vidas.
